Betto Arcos, el periodista xalapeño que reúne a Violeta Parra y Rosalía
OMAR ZÚÑIGA
GUADALAJARA.- Ana Tijoux, cantante
franco-chilena de hip hop junto a la gran e inolvidable Violeta Parra o la española de música urbana
Rosalía la misma que interpreta “Con altura” (que está usted tarareando aunque
no le guste) junto al gurú del flamenco, Camarón de la Isla, ¿puede imaginarlos
en un mismo lugar, departiendo, ante lo que parece un auténtico contrasentido?,
pues eso es lo que preparó Betto Arcos en su libro “Historias musicales del
barrio cósmico”, que presenta hoy a las 18:00 horas en la Feria Internacional
del Libro de esta ciudad. Betto Arcos, xalapeño de nacimiento avecindado
en Los Ángeles, California, locutor de la Radio Nacional de Estados Unidos y
colaborador de la BBC de Londres, presenta una obra con 152 historias,
entrevistas a músicos, donde ubica a las personas a través de la música, en
donde la fama pasa a segundo plano. Una compilación del trabajo realizado,
investigando, entrevistando la mayoría de los casos de manera presencial, como
se dice hoy en día, viajando por el mundo. Ciento cincuenta y dos historias divididas en
12 capítulos, con una narrativa específica cada uno de ellos, en las que aborda
temas tan disímbolos como la migración, la identidad, la enseñanza, el
empoderamiento de la mujer, “la manera en que músicos y compositores se
expresan a través de un instrumento en particular y también el papel que tiene
la música en el lugar de origen de donde sucede.” Ana Tijoux, por ejemplo, está ubicada en el
capítulo intitulado “Poder”, no empoderamiento, “Poder, porque la música es
poder también. Entonces la pongo a un lado de nada menos que de Violeta Parra,
una de las grandes figuras de la música latinoamericana. Es decir, de alguna
manera quiero que la gente se dé cuenta de que Ana está siguiendo los pasos de
alguien que le antecede por dos o tres generaciones, pero que también está
haciendo una canción contestataria, a su manera, a la manera urbana actual, a
través del hip hop”. Otro ejemplo es la española, del género urbano,
“Rosalía, que es un caso muy particular también, pues estamos hablando de una
artista que está expresando una manera muy personal de cantar el flamenco”. “Es un caso particular porque tiene una
influencia muy fuerte, de una figura que es pilar fundamental del flamenco, que
es Camarón de la Isla. Mucha gente del flamenco la ha atacado, la ha
menospreciado y han dicho que se está apropiando de algo que no es de ella”. “Pero Camarón de la Isla también hizo algo
parecido. Él también fue un revolucionario a su manera. Él también quiso
cambiar la manera tradicional del flamenco y hacerlo de otra manera. Ella está
siguiendo esos mismos pasos”. “Rosalía entonces está ubicada en el capítulo
“Aprendizaje”, pues ella aprendió de un maestro, quizás el más grande del
flamenco en el siglo XX. Ella es estudiante de Camarón, se enamoró y ahora está
haciendo algo influida por él, pero a su manera, porque no puede hacer lo que
lo que se hizo antes”. Betto Arcos explica que hay que decir algo
nuevo, a la manera de cada artista, aunque se vaya a contracorriente de los
puristas y de la gente que te puede atacar, porque dicen que lo que haces no es
lo que se tiene como una definición preconcebida de determinado género. Esta obra también “nos ayuda a construir
comunidad, como puede ser el son jarocho. Claro, mi tierra, Veracruz”. Incluye una crónica sobre una banda de músicos
de Los Ángeles que hicieron un viaje a Veracruz y de paso se la da voz a Ramón
Gutiérrez, a Tacho Utrera y a Wendy o a Gilberto Gutiérrez, a Ramón Gutiérrez.
Entonces ellos forman parte de esa crónica, de este grupo que va en búsqueda de
esas raíces del son jarocho. “También hay una crónica del son jarocho en Los
Ángeles, donde aparece Mono Blanco, Gilberto Gutiérrez, César Castro, —músico
que tocaba con Mono Blanco y ahora ya tiene su proyecto en Los Ángeles—y así
sucesivamente”. Con unas 180 fotografías, la gran mayoría de su
autoría, narra la aventura de platicar con la reina del feeling, la gran señora
cubana Omara Portuondo, que interpreta “un bolero, por decirlo de una manera,
mucho más complejo, mucho más rebuscado, con grandes figuras de compositores
como fue César Portillo de la Luz”. Destaca que no hay géneros, tampoco musicales,
hay personas, hay música, y ejemplifica con el caso de Buika, cuyos padres eran
migrantes de la ex colonia española Guinea Ecuatorial, ubicada en la parte
occidental de África, arriba de Angola; nacida en Mallorca, España, creció
escuchando flamenco y música ranchera que su mamá ponía de José Alfredo Jiménez
y Chavela Vargas, pero que escuchó en su adolescencia a Michael Jackson, Tina
Turner y Donna Summer, “¿entonces, cómo se puede definir a Buika, con toda esa
influencia que plasma en su música? Eso
en realidad es el libro en sí mismo”. Cuenta emocionado que, de escoger una historia
de las 152, se queda con la de Rubén Luengas, un músico de la Mixteca de
Oaxaca, de Huajuapan de León, que estudiaba en la UNAM y su mentor le dijo que
debía ir a buscar un bajoquinto, “allá, a tu tierra, porque ese instrumento se
tocaba y debes encontrar todavía a alguien que haga ese instrumento o que lo
toque”. “Y se fue, y se puso a buscar y a preguntar a
familiares y amigos y acabó en un lugar muy lejano, apartado, a donde llegó a
pie, a encontrarse con un laudero, el último de la Mixteca que lo fabricaba, y
cuando llegó, tenía ahí un bajoquinto, y se lo entregó casi mágicamente, en la
mano y le dice “Aquí tienes tu instrumento. Estaba yo esperando...” Más tranquilo nos explica que el Bajo Quinto es
un instrumento de diez cuerdas, prácticamente en extinción. Que es antecedente
del bajo sexto. “Esa es la historia”. Finalmente manda el mensaje a Xalapa “que está
en mi corazón siempre, siempre, nunca me olvido, voy siempre porque tengo
todavía mucha familia. Para mí es un enorme privilegio estar aquí de alguna
manera representando a mi tierra, porque como Xalapa no hay dos…, como Veracruz
no hay dos”.
